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DIARIOS DE LA OCUPACION

18 de Febrero    

     

 

 

      Creer en Dios se compone de dos partes: Estar seguro de su existencia y esperar correspondencia de Él.

Si Dios viviera de espaldas a los hombres no le interesaría a nadie. Tampoco si fuese torpe o si más allá de la Creación no guardase ningún poder o sabiduría en la manga.

Un Dios que no le interesara a nadie sería lo más parecido a un ídolo del bóxeo de los años cincuenta. Algo así como alguien que se sabe quien es pero al que no te acercarías a pedirle un autógrafo.

Supongo que sólo mi ternura por los objetos inútiles me mueve a creer en un Dios que después de la Creación ya no puede hacerse cargo de nada.

      Por mi parte yo sí creo en ese Dios bebiendo solo ante una mesa al fondo del bar. Un Dios al que le pagaría la primera ronda por sentarme con él y preguntarle qué es lo que pretende olvidar.

       -El Apocalipsis -Me dijo

           

 

     

 

 

 

15 de Febrero

 

            He pasado la tarde sentado en un banco del Retiro leyendo “El corazón del Ártico” (Editorial Bruno del Amo, 1928). Es el diario de Ernest Shackleton acerca de su viaje al Polo Sur entre 1907 y 1909 con la Expedición Antártica Británica.  Me gusta leer los relatos de los viajes a los Polos. Mi favorito es “El peor viaje del mundo”, de Apsley Cherry Garrard (en una vieja reedición inglesa de Penguin Books de los años cincuenta), sobre todo la parte que relata un viaje de treinta días, veinticuatro horas de noche polar, caminando a tientas, azotados por tormentas y temperaturas inferiores a los cincuenta grados bajo cero, y todo era para conseguir sólo un huevo de pingüino.  Un huevo de pingüino. Lo mejor es sufrir por algo absurdo. Desconfío de cualquier otro motivo para el sufrimiento. No creo en el patrimonio de los héroes.

            Para muchos lo heroico debe tener utilidad, pero es más honesto carecer de motivos. La belleza del impulso, la moneda que brilla en el aire, el instante fotográfico que retiene la memoria.. Mejor dejarse llevar sólo por lo sublime. Es difícil de explicar. Ayer se escucharon disparos por la noche. Alguien había escrito en la pared de la cárcel de la Gran Vía: “Amo a Carmen”. Murió en el acto. A esa heroicidad me refiero.

 

 

12 de Febrero

            El Ayuntamiento ha dictado un bando por el que convoca a los ciudadanos a una concentración en la Casa de Campo para celebrar el aniversario de la ocupación.

             Yo tengo sueño. Hoy me quedaré todo el día en la cama. Me gusta la música de los 50. Julia decía que esa nostalgia por el pasado me impide abrir los ojos a lo que sucede alrededor. Bueno, supongo que uno lleva el paisaje dentro y camina por él con los ojos cerrados.

            Julia tampoco hubiese ido a la concentración, aunque ya no tenga importancia su voluntad porque se la llevó la Gestapo. Puede que ella también esté ahora con los ojos cerrados pero dentro del paisaje, enterrada en el bosque. Es mejor cerrar los ojos por nostálgia.

            Es tarde. En la radio sólo emiten música militar.

 

7 de Febrero

 

           A Paco le han dicho que su perro tiene un cáncer en la garganta. Daba pena ver a Paco llorando al otro lado de la barra, apoyado en el grifo de la cerveza como un “ecce hommo” recibiendo los azotes de su mala suerte.

           No es un buen día para pedirle trabajo. Tampoco una cerveza.

           El perro se asoma lastimoso por el pasillo del retrete. Están prohibidos los perros en los bares, pero a este perro ya le importa poco que le escriban una multa en un papel.

           Pobre perro,  sus ambiciones se estrechan y ya se conforma con un caldo tibio, sólo caldo, que puede  ser el último antes de que el tumor cierre del todo el esófago.

           No es un buen día para pedirle a Paco trabajo, tampoco para decirle que saque del bar a ese perro pulgoso.

 

6 de Febrero

 

        Creo que debo buscar un trabajo.

        Quizá Alemania sea un buen lugar para ir. Cada noche salen desde Atocha sombríos trenes  cargados de trabajadores andaluces y extremeños hacia Frankfurt. Sin embargo las fábricas de munición me dan miedo.

          Los submarinos se construyen en Rusia. A mí me gustan mucho los submarinos pero le tengo miedo al frío.

          El mejor clima es el de Francia y hace falta mano de obra porque siempre están reconstruyendo puentes y vías de ferrocarril, pero se precisa visado especial ya que es zona restringida por los ataques de la guerrilla. De hecho, prefieren que el trabajo lo hagan los prisioneros.

           En Italia no hay empleo o al menos nada que se me ocurra.

          Creo que debo encontrar un trabajo más cerca. Mañana le preguntaré a Paco si necesita ayuda en el bar.

           

4 de Febrero

 

           Sonrío cuando dejan caer piedras sobre mí desde los tejados.

            No soy vengativo. Creo que mis enemigos morirán antes que yo, aunque no sepa cuando. Esta firme convicción me obliga a no hacer nada, a no hacer absolutamente nada.

            La portera me regala una invitación para el zoológico. Me gustan las focas tendidas en el suelo esperando que les caiga encima un pescado.

            Todo viene del cielo: las piedras y los peces, incluso las lágrimas cuando caen al suelo.

 

2 de Febrero

 

          He ido en metro a casa de Enrique, pero no estaba en casa.

        Quería haber hablado de Julia. De paso, habernos bebido una botella de coñac. Pero la portera me ha dicho que había salido temprano con un enorme portafolio bajo el brazo. Mala suerte para él, porque está lloviendo.

Un carajillo en el bar de la esquina. Muy caliente, hace frío. Una pareja de novios estaba sentada en una mesa junto a la ventana. Discutían. Algo así como que ella le reprochaba a él que no le presta la suficiente atención. A veces le buscamos tres pies a la felicidad. El camarero me ha puesto dos granos de café dentro del vaso, como a mi me gusta. Está bueno, muy caliente. De pronto me he dado cuenta que el chico ya no esta. Cierro los ojos. Otro trago. Abro los ojos y la chica sigue allí, sentada sola en la mesa. La tristeza perdura más que el conflicto.

 

1 de Febrero

 

            -La ocupación es un estado del alma -Dijo Julia la tarde que la Gestapo irrumpió en la cafetería para llevársela.

            Habíamos pedido unos helados, pero estaba lloviendo y el camarero pensó que éramos unos alborotadores. Un café con leche y un té con limón, mucho limón. El vapor empañaba los cristales de las gafas de Julia cuando se asomaba al borde de la taza en cada sorbo.

            El semáforo de la esquina estaba rojo. El verde es un color que está prohibido, de alguna manera existe pero nadie piensa en él, ni siquiera cuando miramos la hierba. No se lo que Julia estaba diciéndome, porque yo pensaba en los colores del semáforo. 

            Un coche negro se detuvo en la esquina. El semáforo estaba en rojo y bajaron dos hombres sin paraguas. Estaba en rojo aunque supongo que el coche de la Gestapo también se hubiese detenido aunque la luz hubiera sido verde.

            Julia había dicho que “la ocupación es un estado del alma”, puede que esa convicción le permita ser libre cuando la torturen.