27 de julio
En una terraza de La Castellana me he sentado para tomar una cerveza con aceitunas rellenas de anchoa.
Me gusta pincharlas con el palillo. Resisten, ceden y al final la punta de madera las atraviesa. Es como una película de vampiros. La estaca va directa al corazón, aceituna tras aceituna.
A veces pienso en el amor, en el capricho de alguien que atraviesa el mío con un palillo y se lo come.
Dejo la última aceituna flotando en el caldo del plato, por si acaso. Supongo que la esperanza es lo último que se pierde.
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