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DIARIOS DE LA OCUPACION

4 de junio

 

            La portera me enseña una cicatriz que tiene en el costado. Un terrorista que le apuñaló. Es curioso, yo juraría que es una operación de apéndice. Bueno, le dije que estaba asombrado.

            Hay un cuerpo en la calle, tirado en el suelo y tapado con una manta. Dos policías municipales impiden que la gente se detenga alrededor. La Gestapo hace su trabajo, de pie junto al cadáver se fuman satisfechos un cigarro mientras los policías municipales me empujan para que siga mi camino.

-No tengo camino -les hubiera dicho, pero ellos se limitan a espantar a los curiosos y no entienden de las profundidades del alma.

Los de la Gestapo, en cambio, si entienden del alma porque están adiestrados para encontrarla antes de torturarla.

            Bueno, pasé de largo y, como no tenía nada que hacer ni en qué pensar, me acordé de la cicatriz de mi portera. Al menor es agradable comprobar que ha sufrido alguna vez.

 

 

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