Blogia

DIARIOS DE LA OCUPACION

8 de julio

 

         He ido a casa de Enrique, pero no estaba en casa.

       Al volver, paseando por la Gran Via, he visto junto a los calabozos de la Gestapo a un anciano que sujetaba un cartel muy curioso: “Artista de circo. Lanzador de cuchillos. Tengo hambre”.

      -¿Lanzador de cuchillos? Le salió el tiro por la culata, más puñaladas da el hambre...

Me ha parecido una frase muy ingeniosa. Al mendigo le temblaban las manos, debió fallarle el último lanzamiento a la chica girando atada a la ruleta. Con ese remordimiento suyo más vale no gastarle bromas.

De todas formas, creo que era mentira lo suyo porque tenía pinta de payaso.

 

 

 

 

5 de julio

 

Hoy es un mal día. Te levantas de la cama y al poner el pie en el suelo te das cuenta de que hace tiempo empezó a ser un mal día.

Vuelvo a reclinarme. ¡Mierda de mala suerte!

Repaso los acontecimientos. Nada nuevo, será que he llegado al límite de lo que hace tiempo he ido tensando. Mi vecina fornica al otro lado de la pared, me corto las uñas, ojeo un libro, abro el cajón de la mesita, cierro el cajón de la mesita... Algo ha quedado atrapado dentro de ese cajón: tengo dos segundos guardados.

 

4 de julio

 

        Con motivo de la Fiesta Nacional del 4 de julio, el Presidente de Estados Unidos ha proclamado su intención de un entendimiento con Alemania.

         La noticia ha provocado revuelo en Madrid porque no se puede olvidar ni perdonar la masacre de Sudamérica en 1955. La anexión de Argentina como Estado 110 de la Unión resultó sangrienta, sobre todo porque Borges fue fusilado en los aledaños de la prisión del River Plate.

El tiempo lo cura todo, pero los poemas de Borges han dejado abierta la fosa común del olvido. Es sencillo caer en el olvido, pero somos tantos dentro del olvido que comenzamos a hacer ruido, mucho ruido al respirar.

 

25 de junio

 

            Eliseo me escribe desde Elche para contarme que este año han prohibido plantar las barracas en Santa Pola. A él le gustaba veranear a pie de playa, pero el Gobernador Militar ha dicho que no puede garantizar nuestra seguridad en verano si se ocupa ese espacio. No creo necesario que los tanques se sitúen en la playa, pero la estampa es curiosa si comparamos el acero de la boca de los blindados con los estampados de los bañadores.

            Eliseo cuenta por eso que este verano lo está pasando en casa, con camiseta y calzoncillos, y que escribe un cuento que trata de una cucaracha que se convierte en hombre y se horroriza y enloquece porque no puede traspasar la pared para huir.

 

 

22 de Junio

 

            Tengo que pensar algo más en el sexo, como hace mi vecina cada mañana con el chico de la panadería.

            En verano me gustan los libros de Julio Verne porque son de lectura fácil y con este calor no se puede respirar muy profundo.

            Enchufo el ventilador. Son novelas de viajes lejanos y viajes lejos es lo que necesito para no escuchar cómo gime mi vecina con su amante.

            Tengo que pensar más en el sexo, pero en el mío y no en el de la vecina.

 

 

 

 

20 de Junio

 

A Paco le he dicho que la horchata estaba ácida y que eso le pasa por desconectar las cámaras de vez en cuando para ahorrar energía. Sin embargo Paco me lo ha negado y se ha bebido él mi vaso de horchata para demostrarlo. Tiene un estómago de hierro y un orgullo por encima de toda precaución.

Es un imbecil, no existe la verdad en el bar de Paco. La sinceridad no es moneda de cambio. De todas formas, me he llevado por delante gratis un buen trago de horchata fresca y se me ha pasado la sed.

Al salir a la calle le he dado una moneda a un mendigo. Lo que me hubiese costado la horchata lo he pagado en caridad. Se lo va a gastar en vino, en un enorme tretrabrik de vino tinto y peleón que le permitirá quedarse dormido en el suelo el resto de la tarde. Seguro que entonces se mea encima.

Me alegra pensar que puede que lo haga en la puerta del bar de Paco.

 

 

19 de Junio

 

Un autobús ha atropellado a dos peatones en la Gran Vía. Los patos del Retiro han muerto por la ola de calor.

Mi portera me ha enseñado una fotografía de cuando era joven. Era muy guapa. La cara no es el espejo del alma, al menos no lo era antes. Aunque puede que antes su alma fuese otra, lo que probaría que el alma no es inmutable. También cabe que mi portera no tenga alma, por eso no se le trasparenta en las fotografías. El alma de mi portera es un buen tema de Teología.

Un desfile militar en Moscú. Nuevas imágenes de los patos del Retiro flotando muertos en el estanque. Hace tanto calor, que incluso da gusto verlos flotar bocabajo.

 

 

 16 de Junio

 

Insurgentes en Viena han bloqueado el tráfico fluvial reclamando nuevos derechos. El río tiene sólo un sentido, el de la corriente.

Detenidos los cabecillas. Es cuestión de principios la inmovilidad del sistema.

El agua sigue su curso, los barcos también, puede que por el suelo la sangre de los detenidos.

Hace calor. No dan ganas de hacer nada. Sigo escuchando la radio

 

 

15 de Junio

 

            Tengo que superar mi depresión.

          Salgo a la calle y le doy una patada a un bote, por algo se empieza.

          Prefiero pasar de largo cuando llego a la puerta del bar de Paco. Soy un hombre nuevo, ahora  aplastaría el bote oxidado al que antes sólo le di una patada.

 Odio a todos los botes vacíos, yo soy un hombre lleno.

 

 

 

10 de junio

 

        He encontrado un libro en el suelo. Es el libro de mi vida, de eso estoy seguro.

        Lástima que estén las hojas en blanco.

No sé qué escribir. Todo es posible, tengo muchas posibilidades para tantas páginas. Una novela sería aburrida, mejor un diario.

Haré de este libro un diario, por eso lo he tirado. Vuelve a ser el libro de mi vida, en algún lugar ahora. Dejar que otro lo escriba, que alguien lo pise o le de una patada, dejar que caiga en un rincón y permanezca así, en blanco. Mi vida.

 

 

9 de junio

 

            He ido a casa de Enrique, pero hoy tampoco estaba en casa. No es mala suerte, comprendo que simplemente es imposible dar con él.

          Su portera es dicharachera. Me gusta mucho la palabra dicharachera, pero la portera me gusta menos. Me cuenta que hoy Enrique ha bajado a la calle con el pantalón sucio y una mancha de pintura en la camisa.

           A veces pienso que la portera me ha tomado por un policía y por eso se esfuerza en darme detalles sin importancia. Lo que verdaderamente tiene sentido ella no lo puede comprender. Tampoco importa.

          Le doy las gracias y me marcho. Cuando doy dos pasos me advierte que Enrique llevaba las zapatillas sin anudar...

           Pienso que Enrique ha estado trabajando toda la noche y entrega con el tiempo justo los trabajos, pero la portera sospecha de él algo mucho más intrigante. A mi me gustaría tener esa imaginación para darle alguna finalidad a mi rutina, para justificar mi vida, para encontrarle algún sentido al resto de la mañana que tengo por delante sin hacer nada.

           

 

 

7 de junio

 

            Una tormenta de verano. No quiero salir a la calle.

          No acepto la mala suerte, al menos hoy prefiero simular que estoy a salvo.

 

 

 

6 de junio

 

            Si meto un dedo en el agua, se diluye cuando cierro los ojos. Será que tiene sed el vaso.

            Doy vueltas al agua con el hueso y el remolino me absorbe como la boca de una ballena.

            Cuando abro los ojos en este piso de alquiler y veo a mi alrededor las cortinas amarillas, la lámpara que cuelga llena de polvo, la tristeza en los retratos de las paredes y los trastos viejos que se diluyen por los rincones... me falta oxígeno y eso alienta mi pereza. No me quedan brazos para hacer nada y comprendo lo que sienten los peces en el estómago de la ballena.

 

 

4 de junio

 

            La portera me enseña una cicatriz que tiene en el costado. Un terrorista que le apuñaló. Es curioso, yo juraría que es una operación de apéndice. Bueno, le dije que estaba asombrado.

            Hay un cuerpo en la calle, tirado en el suelo y tapado con una manta. Dos policías municipales impiden que la gente se detenga alrededor. La Gestapo hace su trabajo, de pie junto al cadáver se fuman satisfechos un cigarro mientras los policías municipales me empujan para que siga mi camino.

-No tengo camino -les hubiera dicho, pero ellos se limitan a espantar a los curiosos y no entienden de las profundidades del alma.

Los de la Gestapo, en cambio, si entienden del alma porque están adiestrados para encontrarla antes de torturarla.

            Bueno, pasé de largo y, como no tenía nada que hacer ni en qué pensar, me acordé de la cicatriz de mi portera. Al menor es agradable comprobar que ha sufrido alguna vez.

 

 

30 de Mayo

 

            En el bar de Paco falta una escupidera. En un rincón junto a la puerta, para que uno se saque el gusto a café con leche antes de salir a la calle.

            La Gestapo pasea por la acera y se detiene en la puerta, mirando al interior del bar. Nadie levanta la cabeza de su taza de café con leche.

            Es cierto, hace falta una escupidera para quitarse antes de salir a la calle ese sabor amargo que se filtra en la taza de tanto bajar la mirada.

           

 

 

29 de mayo

 

            He tirado a la basura las últimas fotografías que tenía de Julia. Ya no existe.

            Creo que es lo mejor para los dos, al menos para el que sigue vivo.

            Me gustan las manzanas. Las hay de muchos tamaños y colores. A mi me gustan las verdes, ácidas y jugosas. Las como a bocados. Me gustan las que brillan en la mano. El primer bocado es el mejor, bien grande.

            Me gustan mucho las manzanas, no tener que pensar más en Julia...

            ¡Maldita sea!

 

 

25 de mayo

 

Hoy mi vecina se ha cruzado conmigo en la escalera.

La oigo cuando tiende la ropa y canta, pero también la oigo gemir cuando sube el chico de reparto de la panadería.

Después he seguido mi camino hasta el bar de Paco. Estaba excitado, contándome que una guarra se había dejado las bragas en el aseo. Conociéndole, he supuesto que eso no le disgustaba.

Paco ha seguido contándome todos los detalles, mientras yo recordaba el encuentro con mi vecina. En el fondo me da pena el marido. Paco decía que eran  tipo tanga y de color rojo. Tampoco creo que el dueño de la panadería esté contento con los retrasos del dependiente, ni sé quien pagará las dos barras y el colín que le sube a la vecina. Paco venía a contarme que las bragas eran usadas pero estaban limpias y que olían bien...

Efectivamente, a Paco le había gustado y encima me las enseñaba. A mi me da vergüenza hasta reconocer que yo bajo la cabeza cuando me encuentro por la escalera a mi vecino de regreso del parque con sus hijos, porque no se si escuchar los gemidos me hace cómplice del engaño.